La fiesta del monstruo y La Resfalosa. Borges y Bioy no odiaban a Ascasubi. (Literatura/Matías Rosas)


           
            Para analizar cómo se construye la voz enunciativa del “monstruo” en La Resfalosa y en La fiesta del monstruo tomaré fundamentos de “Una pedagogía del terror” de Julio Schvartzman (Microcrítica, Bs. As., Biblos, 1992, pag. 95 a 98).
            Ambas obras están narradas en primera persona, La Resfalosa en plural y La fiesta del monstruo en singular pero, en muchos fragmentos la voz del narrador, de esta última, está en plural: “riéndonos hasta enseñar las vegetaciones”; “íbamos como en onibus”; “sudábamos propio como sardinas”. Y ese es otro recurso que le da violencia al relato: la presencia de la masa.  
El significado del título: Metáfora de la violencia (pag. 96):
            La Resfalosa, originalmente,  debe su nombre a una danza andina. Pero el narrador usa ese nombre y lo acerca al momento del desangrado del unitario, otra metáfora de violencia: “¡y lo sabemos parar / para verlo REFALAR / en la sangre!, / hasta que le da un calambre” (nótese “REFALAR” en mayúsculas).
            En La fiesta… el monstruo al que hace referencia el narrador no es nombrado. Asímismo en La resfalosa, tampoco. Tanto Perón como Rosas son ocultados ¿Por qué? El efecto de terror se logra de mejor manera si el monstruo está latente pero no aparece, aunque acecha en todo el relato.               
            Explicación de todo el proceso de la tortura (pag. 96):
            En ambas obras hay un proceso que va de menos a más en potencia narrativa. Hacia el terror. La resfalosa relata una tortura física con el uso de palabras como: agarramos, estiramos, amarran, desnudito, aflición, clamoriando, sangre; y todas las estrofas llevan a un primer desenlace posible que es la muerte del unitario. Pero en la última estrofa hay otro desenlace que es dado como opción al unitario: “Con que ya ves / Salvajón; nadita te ha de pasar / después de hacerte gritar: / ¡Viva la Federación!”.  El final de la tortura es el quiebre de la voluntad, la violencia simbólica.
            En La fiesta…, el proceso de la tortura, también va ganando violencia a medida que avanza el relato. El narrador cuenta como es un día común de un acto de Perón. Le cuenta a su novia Nelly lo que fue “una jornada cívica en forma”: Se juntaron en un comité, fueron trasladados por el camionero, se hicieron de armas. Hasta que cascotearon a un judío, “bombardeo masivo” y lo asesinaron y robaron todo. Inmediatamente después viene la “palabra del Monstruo”, es decir, el discurso de Perón ¿Qué entendemos por esto? ¿Los nazis acabaron de matar a un judío y se pararon frente a su líder (Hitler) a escuchar su discurso? Este final también tiene una violencia simbólica pero es distinto a La Resfalosa. No hay posibilidad de salvación para la víctima: El judío murió. El discurso “se transmite en cadena” como siempre y el narrador escribe una carta como “una jornada cívica en forma”.
            Hibridación de la risa (pag. 98)
            La burla es otro elemento de estilo para generar violencia. El tono burlón y grotesco es permanente en ambas obras.
            En La Resfalosa: “Ahora te diré cómo es: / escuchá y no te asustés; / que para ustedes es canto / más triste que un Viernes Santo”; “que al Presidente le agrada, / y larga la carcajada / de alegría, / al oír la musiquería / y la broma que le damos / al salvaje que amarramos”; “¡y lo sabemos parar / para verlo REFALAR / en la sangre!, / hasta que le da un calambre”.
            En  La fiesta…: “después la merza me puso de buen humor con la pregunta si me había anotado para el concurso de la Reina Victoria, una indirecta  vos sabés, a esta panza de bombo”; “Luego Morpurgo, para que los muchachos se rieran, me hizo clavar la cortapluma en lo que hacía las veces de cara”.
            Conclusión:
            Ambas obras son militantes. Hay bajada de línea, unidireccional. También son violentas y representativas de sus épocas (guerras unitarios/federales y Primer gobierno de Perón/Elites). Ese tono violento es fogoneado por un estilo burlesco en la elección de las palabras y de las escenas. Con un solo fin y muy bien logrado: generar cada vez más odio.

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