Borges y Arlt: el lenguaje artificioso o plebeyo


Lenguaje en “Hombre de la esquina rosada” de Jorge Luis Borges.    
     
     Para analizar escritura y oralidad en “En el hombre de la esquina rosada” (1927) deberíamos por empezar en distinguir el narrador y las voces de cada personaje, así podremos llegar a una conclusión. El narrador es un testigo de todos los hechos que ocurren adentro y fuera del “bailongo de Julia”.
     La narración está en primera persona y se intercalan la voz del narrador con discursos directos de los personajes: Francisco Real “el corralero”, Rosendo Juárez “el pegador”, “la lujanera” y otras voces menos relevantes: “el inglés” y “una del montón”  ¿Hay particularidad en la construcción de estas voces, es decir, trata el autor de individualizar a cada personaje según su lengua? Pues, no. Todos los personajes hablan la misma lengua. Podríamos suponer que sus diálogos fueron reformulados por el narrador y no son las palabras exactas de esos personajes al momento de ocurrida la historia (en el pasado) pero, si no separamos la obra de su autor, podemos ver que Borges tenía una decisión arbitraria sobre la lengua y, por lo tanto, esta obra es una “heterogénea lengua vernácula”, tomando la siguiente observación de Sylvia Saítta (*):

“Borges está pensando el tono de la literatura argentina y por lo tanto, el tono de su propia literatura, un tono que (…) ´no es gauchesco ni arrabalero, sino heterogénea lengua vernácula´, un tono, entonces, que establece sus límites frente a la herencia gauchesca, el casticismo y el arrabalero (…). Borges define al arrabalero como la ´simulación´ del lunfardo. Al que describe como ´jerga artificiosa de ladrones´ y ´vocabulario gremial´ (…) ´donde las repulsiones de muchos dialectos conviven´”.
     Borges decide utilizar un lenguaje artificioso, simulando una convivencia de dialectos, más aún, distintos dialectos que están limitados, que no logran entidad propia. El narrador  tiene una indefinición y ambigüedad en su lengua. Usa términos como “soledá”, “voluntá”, “autoridá”, pero luego usa “después” (con la s). Habla con el “juí”, “jué” y luego, “fui”, “fue”. Dice “m´hija” “pal” y luego “para” Y alterna términos como “emponchado”, “agachado” con “colorao”, “había estao”, etc. Esta oralidad del narrador está en una orilla entre el lenguaje coloquial, ciudad y campo, lunfardo, castizo. Una lengua simulada en los límites de la ciudad.


  
(*) “Jorge Luis Borges, lector de Roberto Arlt”, en Sandra Contreras y Martín Prieto (comps.), Los clásicos argentinos. Sarmiento – Hernández – Borges – Arlt, Rosario, Editorial Municipal de Rosario, 2005.



Roberto Arlt: lenguaje popular y plebeyo

Lenguaje plebeyo:
En su publicación en el diario El Mundo: “¿Cómo quieren que les escriba?”, un lector le pide que no rebaje más sus artículos hasta el cieno de la calle y Arlt le responde a éste (y a todos sus lectores): “yo tengo esa debilidad: la de creer que el idioma de nuestras calles, el idioma en que conversamos usted y yo en el café, en la oficina, en nuestro trato íntimo, es el verdadero”.  En este ejemplo vemos la resistencia en sus lectores a la forma de escritura de Arlt. Misma resistencia que tenía desde el campo literario/intelectual, cuyo grupo quería preservar la lengua nacional (Lugones; o bien, Borges proponía a Sarmiento, Echeverría y a Mansilla, ni a la tradición, ni a la castiza ni al lunfardo) frente a la “contaminación” foránea (Arlt usaba los neologismos creados por inmigrantes a la ciudad en las primeras décadas del S.XX). Cuando Arlt dice: “yo tengo esa debilidad” es como una afirmación socarrona, con un poco de resentimiento y sarcasmo. Define al “escritor sincero” (cita de la misma publicación) como el que no se deshonra ni se rebaja por tratar temas populares con el léxico del pueblo.
En otra publicación en el diario: “El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular” escribe sobre el origen de la palabra “fiacún”, diciendo que él dedicará sus energías a hacer el elogio del “fiacún” y determinará en “modo matemático los alcances del término”.  Otra vez el tono sarcástico en su escritura. Es útil analizar  a las “Aguafuertes” porque acá escribe Arlt como autor. Más allá de la mediatización, él mismo adscribía estas publicaciones. Beatriz Sarlo (**) escribió que “el sarcasmo es una de las formas de resentimiento ante la distribución desigual de la cultura”. Arlt usaba sus materiales: fuerza de voluntad (“prepotencia de trabajo”, como él lo llamaba), la lengua de la calle, los saberes prácticos, de manera no realista, para hacerse un lugar en el mundo de la literatura. No tiene formación académica, ni linaje, ni biblioteca. La literatura es un lujo, escribe cuando le queda tiempo libre. La lengua plebeya tiene en Arlt una gran productividad narrativa. Encuentra un modo de escribir literatura: lenguaje mezclado del porteño con el inmigrante, zona vacante en la literatura. Arlt arma un arquetipo del porteño en las Aguafuertes y en toda su obra: Un porteño con lengua y costumbres nuevas luego de ser influenciado por el inmigrante. 



(**) Sarlo, Beatriz, “Guerra y conspiración de los saberes”, Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988.

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