Breves opiniones de Borges, Mariátegui y Martí sobre la cultura latinoamericana. (Literatura/Matías Rosas)
“¿Existen ustedes?”
(Roberto F. Retamar, Caliban. Apuntes
sobre la cultura de nuestra América, México D.F., Diógenes, 1972) con esta
pregunta termina la cita por la cual Retamar asevera que poner en cuestión la existencia
de la cultura latinoamericana es como decir que el ser latinoamericano no
existe. A continuación expondré las opiniones de tres escritores: Jorge L.
Borges (Argentina, 1899-1986), José
Martí (Cuba, 1853-1895) y José C. Mariátegui (Perú, 1894-1930):
Borges
(“El escritor argentino y la tradición”, Discusión,
1957. Obras completas, Bs. As. Emecé,
1989) habla en particular de la literatura argentina pero lo lleva también al
plano sudamericano: “los argentinos, los sudamericanos en general (…) podemos
manejar todos los temas europeos,
manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya
tiene, consecuencias afortunadas” (pag. 136). Esta es la conclusión de Borges,
una conclusión emancipadora porque ubica al escritor argentino y sudamericano sin
límites en su creación artística, universal.
Para
llegar a esta conclusión Borges empieza haciendo una distinción entre los
poetas populares del campo y del suburbio que usan un lenguaje general, con los
poetas gauchescos, que usan lenguaje nativo. A esto último lo llama “profusión
de color local” (pag. 130). Y le parece una equivocación que la poesía
argentina abunde en color local y que eso no garantiza que sea menos artificial
que otras expresiones literarias. Cita a Don
Segundo Sombra de Güiraldes como un libro que no es menos argentino por
tener influencias de poetas franceses, Kipling o Twain que permitieron una obra
que hablase del “universo y no solo de orillas y estancias” (pag. 134). Y
expone una contradicción de los nacionalistas que pretenden ponderar las
capacidades de los poetas argentinos aunque los limitan a algunos “pobres temas
locales” (pag. 134). Por lo tanto, para Borges, la tradición argentina es toda
la cultura occidental, la temática universal y prioriza a la creación artística
para la construcción del ser argentino.
Mariátegui
(“Heterodoxia de la tradición”, Peruanicemos
al Perú. Lima, Amauta, 1988) empieza su análisis marcando una diferencia entre
tradición y tradicionalista: “Porque la tradición es, contra lo que desean los
tradicionalistas, viva y móvil. La crean los que la niegan para renovarla y
enriquecerla. La matan los que la quieren muerta y fija” (pag. 161). Decir que
la tradición es viva y móvil es hablar de heterogeneidad, de que no es
hermética, que está abierta a sucesivas transformaciones. Y termina definiendo
como revolucionario a aquel que renueva la tradición, que la niega, contrapunto
del tradicionalista.
Martí
(“Nuestra América”, José Martí y el
equilibrio del mundo. México D.F., Tierra Firme, 2000) reflexiona sobre el
gobierno diciendo que “el buen gobernante en América (…) es el que sabe con qué
elementos está hecho su país” (pag.204). Llama hombre natural al mestizo
autóctono y lo coloca del lado de la naturaleza versus la falsa erudición. Dice
que este hombre natural acata per no se sume, no perdona la tiranía y que
necesita de gobernantes conocedores de los elementos verdaderos del país.
“Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de
nuestras repúblicas” (pag. 206). Culmina con una reivindicación por la unión de
las razas.
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