Banquete y República de Platón; La poética de Aristóteles: Mantenimiento del órden social en la formación de la democracia griega. (Filosofía/Matías Rosas).
En el presente trabajo analizaré las nociones de belleza,
bien y verdad tomando como hilo conductor al gobierno y el orden social. Es
decir, las tres obras (Banquete y República de Platón, y Poética de Aristóteles) vistas en un
sentido político-pedagógico. La sociedad
griega en la que vivían y aconsejaban Platón y Aristóteles era una
democracia en formación. El pueblo
griego era en su mayoría analfabeto y los medios por los cuales recibía educación
(paideia) eran el mito (tradición),
poetas (ditirambos, tragedias, sátiras, comedias, épica) y sofistas, por medio
de la oralidad sin mediación, en su mayoría. Hay una diferencia entre Platón y
Aristóteles en la validación moral del filósofo y del poeta.
“…y de los
cuerpos bellos a las bellas normas de conducta y de las normas de conducta a
las bellas ciencias, hasta terminar partiendo de éstas, en esa ciencia de
antes, que no es ciencia de otra cosa sino de belleza absoluta, y llegar a
conocer, por último, lo que es la belleza en sí” (Platón, Banquete, 210c)
En este
fragmento, Platón universaliza el concepto de lo bello cuando pasa de lo bello
de un cuerpo a muchos cuerpos bellos ¿Qué es bello para Platón? Lo bello es lo
bueno. Es lo que va más allá de la apariencia, lo bueno y lo virtuoso es el
conocimiento. Platón considera a los filósofos como sabios y como guardianes
del Estado. Cuando se refiere a las “bellas ciencias” se refiere a la racionalidad comprendida por la dianoia, razonamiento discursivo de las
ciencias, principalmente las matemáticas. Y cuando habla de la belleza absoluta
se refiere al mundo de las ideas, al razonamiento intuitivo, al Nous.
Justamente, las imitaciones,
copias, mímesis (en esa época la mímesis no tenía el concepto de representación
de la modernidad) de esta racionalidad es la que Platón invalida. Este es el
grupo de los sofistas, quienes no buscan el bien universal y de los poetas,
quienes tienen la habilidad de divertir. Ambos de gran talento discursivo para
influir en la sensibilidad de la gente pero están lejos de la verdad, del
conocimiento. Y, para peor, puede contradecir al discurso filosófico (oficial) y generar
problemas para gobernar.
“…gobiernan
los que son realmente ricos, no en oro, sino en la riqueza que hace la
felicidad, una vida virtuosa y sabia. No, en cambio, donde los pordioseros y necesitados de bienes
privados marchan sobre los asuntos
públicos, convencidos de que allí han de apoderarse del bien; pues cuando el
gobierno se convierte en objeto de disputas, semejante guerra doméstica e
intestina acaba con ellos y con el resto del Estado.” (Platón, República, Cap.
VII, 521a)
Platón era
un conservador guardián del Estado.
El bien es
la perfección. Y quienes hacen el bien son los que responden a su naturaleza.
Tres estratos sociales que no deben “desnaturalizarse”:
.Trabajadores: esclavos, campesinos, artesanos, comerciantes
.Soldados
.Gobernantes
No pueden
cambiar de estrato. Mantener el orden natural o crear un relato que justifique
el cambio en los estratos bajos, por ejemplo de un artesano hacia el ejército.
“…para
componer un bello poema…” (Aristóteles, La poética, Cap. I, 1447a)
Aristóteles
encuentra belleza en la poesía. Y, en
vez de negarla como Platón, la estudia y decide diferenciar de lo que es un
poema bello del que no. Dice que en las matemáticas y en la poesía hay verdad
absoluta pero en la política hay “verdad opinable”. Acepta la verdad en la
sensibilidad de las personas. El poeta no imita cosas como decía Platón sino
que imita modelo de acciones, tramas, tipologías. No quiere imitar la realidad,
tiene mayor especificidad. La imitación es connatural al hombre, la repetición
mejora la vida del hombre y le da placer, le quita extrañeza.
“La fábula
perfecta, (…); el cambio en la fortuna del héroe no ha de ser de la miseria a
la felicidad, al contrario, de la felicidad a la desdicha; y la causa de esta
transformación no ha de residir en ninguna depravación, sino en algún gran
error de su parte, más el hombre mismo ha de ser tal como lo hemos descrito (…)
las tragedia más bellas son siempre aquellas sobre reducidas casas ilustres (…)
Edipo” (Aristóteles, Poética, Cap.
XIII).
Aristóteles
habla de la tragedia y en Edipo podemos ver los momentos cuando se refiere a
que la fortuna del héroe debe ir de la felicidad a la desdicha y el error
trágico. Según la tragedia, el rey Edipo descree del oráculo Tiresias
(error/hamartía), promete desterrar a quien haya asesinado al rey Layo. Y luego,
al reconocerse como asesino de Layo, él
cumple esta promesa como si tuviera fuerza de ley, que él mismo creó. Acá hay
una catarsis, una función moralizadora por medio de sus efectos terapéuticos
(el rey inclusive acata la ley).
“La
distinción entre un historiador y el
poeta (…) uno relata lo que ha sucedido, y el otro lo que podría haber
acontecido. De aquí que la poesía sea más filosófica y de mayor dignidad que la historia, puesto
que sus afirmaciones son más bien del tipo de las universales, mientras que las
de la historia son particulares” (Aristóteles, La poética, Cap. IX).
Aristóteles
le da categoría de filosófica a la poesía y hace una jerarquía ontológica. Coloca
al poeta sobre el historiador en relación a la dignidad, al alma racional, y le
da carácter de universal al decir que los poetas no sólo pueden hablar de lo
ocurrido sino también de lo que puede haber ocurrido.
Conclusión:
Tanto
Platón como Aristóteles pensaron en lo bello y lo bueno para llegar a la
verdad. La verdad es el conocimiento. Y a ambos los motivaba conservar el orden
social. Para lograr esto necesitaban un relato, fundamentos. Platón aceptaba
sólo el discurso filosófico por parte de los filósofos. En cambio Aristóteles vio
que también la poesía, con lineamientos,
podía aportar filosofía al pueblo, a través de la sensibilidad.
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